Me quedé de piedra cuando recibí la noticia de la muerte del P. Henry y se me cayeron las lágrimas al traer a mi memoria recuerdos.

Pensar en el P. Henry es verle siempre con una gran sonrisa, una sonrisa que atraía, alguien que te hacía sentirte cómodo, alguien que mostraba ser realmente un «alma de Dios», como decimos en español, alguien muy cercano a Dios. Uno podía hablar con él de cualquier cosa, porque siempre lo llevaba a Dios, a lo espiritual, a lo que era más importante. Tenía esa habilidad, la virtud de ver a Dios en todo.

Nuestra familia tuvo la gracia de acoger en nuestra casa al P. Henry y a los Siervos del Hogar en dos ocasiones, en los años 2007 y 2010, ambas para los campamentos de chicos en esa zona. De esos momentos guardamos recuerdos estupendos de su continua alegría en medio de nuestras conversaciones, jugando (él nos enseñó algunos juegos), comiendo, pero sobre todo riéndonos y pasando un tiempo estupendo. En su primera visita bendijo la casa que acabábamos de comprar (nos dijo que era la primera casa que bendecía) y también celebró misa con nosotros y nuestros amigos… momentos especiales y santos a la vez.

Recuerdo cuando mi mujer y yo participamos en el retiro de «Acción de Gracias» en Florida, y él estaba dando una charla sobre el amor, el Ágape. Nos sentamos en la segunda fila para poder escuchar bien y no perdernos nada de lo que decía. Yo solía tener un bolígrafo y papel para tomar notas, pero ese día, por alguna razón, no tenía ni papel ni bolígrafo, pero caí en la cuenta de que podía escribir en mi teléfono, en las notas, así que lo hice. Escribiendo no soy tan rápido como otros, así que la mayoría del tiempo estaba mirando el teléfono para no tener fallos. El P. Henry, que era el ponente, podía ver a todos y, por supuesto, podía verme mirando el teléfono. Durante más o menos cinco minutos vio que estaba más interesado en mi teléfono que en lo que estaba diciendo él, y con su santa paciencia y una sonrisa me dijo mirándome: «Sr. Pezzo, ¿qué es lo que tienes aquí?» (mi apellido se escribe con una sola ‘z’ pero me encantaba oírle pronunciarlo con dos ‘z’). Bueno, como bien sabemos, a veces las cosas no son lo que parecen. Me costó convencerle de que seguía muy bien su charla, y como un niño pequeño le tuve que enseñar lo que había escrito por mi teléfono. Fue una graciosa anécdota y todavía guardo su charla en mi teléfono. La terminó pidiéndonos a todos: «rezad, rezad, rezad, siempre rezad» … «Sr. Pezzo…».

Recuerdo al P. Henry en otro retiro explicándonos cómo se había herido a causa de una caída y cómo se había roto la mandíbula y había perdido varios dientes y tuvieron que hacerle cirugía dental para reconstruirla. En ese momento, veíamos que tenía un agujero entre sus dos dientes frontales y nos dijo que Dios tenía un gran sentido del humor. Solo podía tomar líquidos; no podía masticar y el agujero que tenía entre sus dientes tenía el tamaño perfecto para poder chupar la comida con una pajita. Él veía a Dios en todo.

 El P. Henry siempre tendrá un lugar especial en nuestra familia. Echaremos de menos su alegría, su humildad, su comprensión, su consejo, sus comentarios graciosos, su espiritualidad, su santidad