Flores a María, flores al Señor

 

En el mes de María, los Siervos solemos hacer una lectura breve en la oración de la noche relacionada con Nuestra Madre. Las apariciones y mensajes de Fátima siempre han tenido para mí un riqueza extraordinaria. Así que busqué el librito “El mensaje de Fátima: Habla Lucía”. El único que pude localizar fue una copia que el P. Henry guardaba (celosamente) con algunas otras pertenencias suyas.

En la segunda apariciflores 3ón (13 junio 2017) Lucía pide a Nuestra Señora que se los lleve al cielo. La Virgen responde:

-Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mí a adornar su Trono.

 

Las palabras que se ponen arriba en cursiva están subrayadas en amarillo en el librito que el P. Henry usaba. A un lado está escrito en su letra:

-(Ayer) ---> Flor y altar Adoración

20 mayo 2017

Al otro lado:

-21 de mayo entendí

¿Qué quiere decir? Pues, no sé, porque nunca me dijo. De hecho, el mismo P. Henry guardaba “celosamente” los libros en que hacía sus apuntes, como su Biblia (que nunca me dejaba). Sin embargo, creo que puedo usar estas palabras para ilustrar cómo era el alma de P. Henry.

Ese año 2017, el 20 de mayo, fue sábado. Habrá visto que alguien puso una flor, o un ramo de flores, delante del altar (no sé si en la capilla de los Siervos donde hacemos Adoración del Santísimo cada mañana o en la Parroquia de San Dionisio, donde exponemos diariamente la Eucaristía para que los feligreses pueden adorar al Señor). Padre Henry siempre tenía la práctica de preguntarle al Señor qué quería decir cuando sucedían cosas fuera de lo ordinario.

Sin comprometer al P. Henry, pero sí siguiendo su estilo de lectura de los acontecimientos, yo diría que al leer estas palabras de la Virgen, el Señor le habrá hablado a su corazón.

-Señor, ¿qué hago aquí? ¿Qué quieres decirme? (¡¿Cuándo me llevarás al cielo!?)

-Henry, estás aquí porque necesito que des a conocer el Corazón de mi Madre. Tienes que darla a conocer y amar. Y porque lo haces, eres como esas flores que adornan mi trono en el altar. Así que: ¡ánimo!

Tal vez me equivoco, pero no será por mucho. El Padre Henry tenía ese detalle en anotar los textos en que el Señor le hizo una gracia especial. Quizá la conversación fue otra, pero sin duda que ese momento y este texto fueron para él un consuelo y un empujón para seguir entregándose al Señor y a la Virgen para bien de las almas. Es una gracia y un don que tenía que quisiera tener yo también, pero estoy muy contento de poder aprovechar yo de estas caricias que el cielo enviaba para alentar su alma sacerdotal. Gracias Jesús, gracias María…¡y gracias P. Henry!