Volviendo a casa solo pude pensar en la Inmaculada, que había venido a verme…

 

Me llamo María, cosa importante a tener en cuenta para la anécdota que voy a contar.

Mis padres conocieron el Hogar antes de que yo naciera.

Cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, el Hogar todavía no estaba en Valencia, por eso cuando los siervos o las siervas del Hogar venían a Valencia se quedaban en mi casa, jugábamos con ellos… Eso hizo que tuviera una relación muy cercana con el padre Henry.

Recuerdo una anécdota con el padre Henry que me sigue llenando de alegría, ya que se podría decir que, gracias a ella, él pudo tener una experiencia de la Virgen.

Estábamos en misa y vino a celebrarla el padre Henry. Él cuando predicaba en misa siempre caminaba por los pasillos, preguntaba a los fieles… eran bastante participativas. Este día el padre Henry, empezó a hacerme preguntas diciéndome: a ver Belén, ¿y tú qué piensas? Y Belén tú...? Claramente estábamos todos en la capilla partidos de risa, puesto que Belén es el nombre de mi hermana, no el mío. Pero lo gracioso era que él pensaba que todos nos estábamos riendo porque la homilía estaba siendo muy graciosa, entonces, él también partido de risa, seguía hablando.

Al acabar la misa él ya se iba a su casa, o sea que salí corriendo detrás de él y le dije: “adiós padre, soy María”

Al día siguiente volvió él a celebrar la misa, y empezó la homilía. Empezó a contar lo que ocurrió el día anterior con una voz de esas con la que parece que te vayan a contar una historia de misterio: “Al salir de misa, vino una niña detrás de mí diciéndome: adiós padre, ¡SOY MARÍA! La niña venía con los brazos abiertos y elevados, el cielo estaba azul, con nubes, ya estaba anocheciendo… Volviendo a casa solo pude pensar en la Inmaculada, que había venido a verme…”

Vamos, que hizo toda una meditación sobre la Inmaculada.

A partir de ese momento, cuando me veía, levantaba los brazos y me decía: “¡Soy María!”